Reseñas
Miembro de CORINTER, Comisión del FDR-FMLN de Relaciones Internacionales
En la efeméride de la firma de los Acuerdos de Paz, no vale destacar la guerra, sino la gestación de la organización popular y la comprensión del estado de cosas, que era absolutamente repugnante.
El país era una “república bananera” sin el cultivo. Los militares llevaron la lealtad a los intereses oligárquicos hasta el genocidio. Pero, se tomó conciencia, surgió organización y se buscó el cambio.
Claro, que derrotar al imperio no era posible. Era un conflicto barato, invertían quizás un poco más de un millón de dólares diarios en ayuda militar, (o sea bombas, municiones, equipos, comidita para soldados, entrenamiento en Florida, etc), probaban nuevas tácticas de guerra (la de baja intensidad), y no tenían bajas.
Prohibido olvidar el momento en que la masa se convirtió en pueblo, en ciudadanos y ciudadanas, que tomaron decisión de ir por el cambio.
Debe inscribirse en nuestra historia antes que lo que queda de ciudadanía desaparezca y solo quede la masa de consumidores. Al final, el imperio ganó el único territorio por el que peleaba, a saber, el espacio entre las orejas de la gente.
20 de enero de 2017
Comandante Leo Cabral
La presentación de la película el Pulgarcito como parte de la conmemoración de la firma del acuerdo de paz de 1992, me confirma la justeza de la lucha que emprendimos para un futuro mejor.
Seguramente, la mayoría de jóvenes que decidimos empuñar las armas para derrotar a una dictadura de más de 50 años, no pensamos en nuestras vidas ni en nuestro futuro personal.
Ahora, cuando casi doblamos la edad que teníamos cuando la película se filmó podemos decir que nuestro esfuerzo no fue en vano. La película pone al desnudo la crueldad del régimen y el absoluto desprecio de las élites gobernantes y sus testaferros.
Pero sobre todo puso en evidencia la heroica lucha del pueblo, la indoblegable voluntad de sacudirse el yugo de tantos y tantos años de abusos, despojos, masacres y farsas electorales.
No se podía ser joven entonces, sin rebelarse ante tanta injusticia. La juventud de aquel tiempo pagó su cuota de sacrificio para que nuestro país cambiara. Ojalá que las nuevas generaciones al recuperar la memoria histórica de aquellos años, puedan sacar las lecciones de aquellas luchas.
El país, con una población mayoritariamente joven, reclama un cambio generacional en la dirección de la economía y el estado.
Las causas que originaron y alentaron esas luchas siguen vigentes. No podemos seguir aceptando que el debate nacional gire en torno al reparto del poder de las élites envejecidas que se alzaron casi como únicos ganadores del conflicto que desangró al país por tantos años.
Los setenta y cinco mil muertos y los más de ocho mil desaparecidos siguen pendientes reclamando los cambios por los cuales entregaron sus vidas.
La película el Pulgarcito vino a despertar de nuevo la conciencia acerca de la necesidad urgente de dar pasos hacia una sociedad mas tolerante
20 de enero de 2017
85 minutos de Historias Prohibidas, cargadas de verdad, hablan por sí solos de lo inexorable de la guerra…
Como la vida de Roque, el filme termina cuando comienza lo peor, o tal vez lo mejor, depende: los 12 años (1980-1992) de heroica guerra popular contra la guerra de un millón de dólares diarios de ayuda militar, generosamente donados por los USA de Ronald Reagan, quien hizo de El Salvador el límite de la expansión comunista.
En tres episodios de su historia El Salvador ha visto expoliada su empobrecida economía: en la conquista española (1524-1540), con la reforma liberal de 1880-1890, y con la privatización neo-liberal (la del “Consenso” de Washington) de la década de 1990, la de los Acuerdos de Paz (1992) que pusieron fin al conflicto armado.
¿Hubo entonces un vencedor y un vencido? En el campo de batalla no; en el económico y social sí: el neo-liberalismo… Por lo demás globalmente victorioso. Terminó así la consecuencia: la guerra, no su causa: la desigualdad y la exclusión social y económica.
¿Fue entonces tan inútil como inevitable esa guerra? ¿Es que nada ha cambiado? No. La guerra y los Acuerdos dieron paso a un nuevo El Salvador: legitimaron nuestro pasado de luchas y reivindicaciones, nos devolvieron como pueblo la conciencia de sujetos de la historia, revelaron un ideal de Estado de Derecho inimaginable hasta entonces, un Estado económico y socialmente justo y políticamente democrático.
Los gobiernos de las que fueron fuerzas insurgentes aún luchan por encontrar un rumbo reivindicativo adecuado… No es de extrañar en un mundo confuso, confundido y convulsionado.
Enero 2017